El ayuno ayuda a recordarnos nuestro alto llamado a servir y dar culto a Jesucristo

–  por Jerry Munk

Yo no se ustedes, pero a mi realmente no me gusta ayunar. No es como que empiezo cada día pensando cuanto lo odio, pero a menudo en esta época cada año (tras varias semanas de la Gran Cuaresma para los Ortodoxos, una temporada para la oración y el ayuno) pienso “realmente esto no me gusta”. Lo que sucede es que a mi me gusta comer. Disfruto la buena comida y la sensación de estar lleno y satisfecho. Sin embargo, la Iglesia Ortodoxa me llama dejar eso que me gusta por algunas semanas cada año. Ella me pide que deje la comida y me sugiere que coma menores cantidades de aquello que no disfruto. Con una sabiduría que sobrepasa mi inteligencia, la Iglesia me pide que deje de satisfacer mi propio cuerpo por una cantidad de tiempo suficiente para poder notar las realidades espirituales que quizás estaba pasando por alto.

Desde que era un niño siempre he ido con frecuencia a una cabaña de mi abuelo que está recogida entre los árboles en las costas del norte del Lago Michigan. Después de una o dos semanas regresaría a mi casa en Lansing y me vería bombardeado con el ruido de una ciudad bastante grande. Bocinas, sirenas, trenes, silbatos y campanas se escuchan en la distancia. Antes de irme ni siquiera notaba que estaban ahí y volverán a hacerse imperceptibles dentro de unos pocos días. Sin embargo, es en esos días cuando descubro cuán ruidosa es, realmente, mi vida.

En cierto sentido, creo que el ayuno se asemeja a mi tiempo en el lago. Por unos pocos días tomamos un descanso de la rutina. Dejamos de ceder ante el clamor de nuestros cuerpos físicos: “aliméntame, entretenme, déjame dormir, déjame jugar, quiero estar lleno y satisfecho”. Por un momento somos libres de ese clamor – libres para pasar un tiempo especial con el Señor y examinar nuestro estado espiritual. Cuando terminamos de ayunar y volvemos a la rutina, quizás nos percatamos de un nuevo modo cuán ruidosos, realmente, son nuestros deseos físicos. Podemos darnos cuenta también de que nuestros cuerpos nos demandan muchas cosas pero que no todas esas demandas deben satisfacerse. También, idealmente habremos aprendido a escuchar la aún sutil voz de Dios, una voz que pareciera más fuerte y más clara cuando no se ve opacada por el estruendo de nuestros apetitos físicos

Es así que los cristianos Ortodoxos comienzan cuarenta días de ayuno. Pareciera que todos sabemos de qué vamos a ayudar y cuándo inicia y termina ese ayuno (cualquier buen calendario Ortodoxo te lo puede mostrar), pero he descubierto que muy pocos saben realmente por qué ayunamos. Alguien dijo una vez: “Si le apuntas a la nada, puedes estar muy seguro que vas a acertarle”. Creo que muchas personas toman este enfoque cuando van a ayunar. No saben por qué ayunan, pero la Iglesia Ortodoxa dice que deben hacerlo y entonces lo hacen. Si bien es cierto es bueno simplemente ser obedientes a la autoridad del Señor puesta en práctica por su iglesia aun cuando no entendemos los porqués y las razones, es mucho mejor obedecer con ese conocimiento

Dios no se ha quedado callado sobre sus razones para llamarnos al ayuno. Por lo tanto, podemos saber por qué ayunamos y, usando ese conocimiento, cooperar de mejor manera con la obra d Dios en nuestras vidas. A continuación examinaremos algunas de las razones más prominentes para ayudar, para que podamos empezar a incluirlas en nuestro ayuno y así obtener más frutos del mismo.

Preparación
Primeramente, y quizás hasta obviamente, ayunamos para prepararnos. Durante la cuaresma nos preparamos para participar en la recreación litúrgica y la remembranza del sufrimiento y la muerte de Cristo, seguidas de la celebración de su gloriosa resurrección. El ayuno nos ayuda a recordar que “nuestros cuerpos no fueron hechos para las cosas de este mundo” (1 Corintios 6:13-20); más aún, tenemos un llamado a servir y dar culto a Cristo y edificar su cuerpo, la Iglesia.

“Abstenerse de las cosas mundanas”, dice San Clemente de Alejandría (150-215 DC), “presenta al alma pura y ligera”. Es justamente esa pureza y ligereza las que deseamos alcanzar en nuestra preparación para la Semana Santa y la Pascua. El apóstol Pablo presenta la imagen de un atleta que se prepara para una carrera, “Los atletas se privan de todo… yo golpeo mi cuerpo y lo esclavizo” (1 Corintios 9: 25-27). De hecho la palabra “ascetismo” se deriva de de una palabra griega que significa practicar o entrenar para alcanzar un objetivo. Un objetivo muy importante de la Gran Cuaresma es poder participar más plenamente y poder identificarse espiritualmente con el sufrimiento y la muerte de Cristo y celebrar plenamente su resurrección.

Humildad
Otra razón por la que ayunamos es para crecer en humildad. David dijo “mortifico mi alma con ayuno” (Salmo 69:10). Cuando ayunamos , podemos ver más claramente cuánto dependemos de la comida. San Clemente nos recuerda: “El ayuno declara que así como la vida de cada uno de nosotros depende de la comida, la abstención total es un signo de muerte”. Los seres humanos tenemos una gran capacidad para el orgullo. Nos gusta sentir que tenemos el control, que hacemos que sucedan las cosas, que somos independientes. ¡Qué importante y que humillante es recordar que sin la provisión de Dios de algo tan básico como la comida moriríamos rápidamente!

Me parece interesante que comer esté tan intrínsecamente atada con el orgullo en el primer pecado: comer el fruto prohibido. Al comerlo, Adán y Eva buscan hacerse como Dios – una meta muy noble abordada del modo equivocado. Al ayunar nos hacemos humildes ante nuestro creador y proveedor y, en humildad, le permite a él hacernos partícipes de su naturaleza divina. De un modo similar, notamos como el hijo pródigo ni siquiera pensó en reconciliarse con su padre hasta que experimentó la humillación del hambre

Cuando ayunamos, podemos también crecer en nuestra apreciación de la humildad de Jesucristo. El Hijo de Dios y Rey de la creación, se hizo hombre y experimentó la debilidad de las creaturas. El ayunó cuarenta días y ‘el Pan de Vida’ sintió hambre de comida. Nosotros, como humanos, nunca vamos a entender la humillación total que Jesús aceptó gustosamente por nosotros, pero mediante el ayuno podemos empezar a probarla y a identificarnos más y más con ella.

Sin embargo, Jesús nos advierte que el ayuno no siempre produce humildad. De hecho, si se practica en un espíritu equivocado, puede fácilmente surgir el orgullo. “Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad les digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”. (Mateo 6:16-18).

La Iglesia Ortodoxa ve la historia del fariseo y el recaudador de impuestos (Lucas 18:9-14) como el enfoque para el es ascetismo espiritual. El fariseo sobresalía, orando consigo mismo, elogiando las virtudes de sus propias acciones, mientras que el recaudador de impuestos ni siquiera levantaba su cabeza sino que golpeaba su pecho y decía “Ten piedad de mí, Señor, soy un pecador”. “Les digo”-  dijo Jesús – “que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”.

Luto
La muerte de Cristo fue la máxima tragedia de la historia. No debemos perder de vista el hecho de que nuestro pecado, nuestra rebeldía, requerían la pena de muerte. Jesucristo fue asesinado por manos humanas, no por algo malo que él hubiera cometido sino porque él se ofreció voluntariamente como pago por nuestros pecados. La oscuridad absoluta que Cristo soportó, lo hizo por nosotros y por causa nuestra

La Iglesia Ortodoxa no permitirá que enviemos este evento a lo más recóndito de la historia antigua. Jesucristo, el Eterno Hijo de Dios, existe fuera del tiempo. Su muerte, y por tanto, su resurrección no solamente se conmemoran durante la Semana Santa y la Pascua, sino que, de un modo místico, se vuelven a vivir. Al estar de luto por el sufrimiento y la muerte de Cristo en los servicios de la Semana Santa, no hablamos de su muerte como un evento del pasado. ¡En cambio lo proclamamos hoy! “Hoy Judas abandona al Maestro… Hoy los judíos clavaron en la Cruz al Señor… Hoy, con una lanza atravesaron el costado… Hoy fue colgado sobre el madero, Aquél que suspendió la tierra sobre las aguas.” Es también hoy que, “Cada miembro de Tu Cuerpo Santo, Salvador, soportó la humillación por causa nuestra: La cabeza con las espinas, el rostro con el escupido, las mejillas con las bofetadas, la boca con el sabor de vinagre mezclado con la hiel, los oídos con las blasfemias repletas de la infidelidad, la espalda con los azotes, la mano con la caña, y la extensión del cuerpo entero con la crucifixión, los extremos con los clavos, y el costado con la lanza” (de las vísperas del Jueves Santo).

La Gran Cuaresma nos permite expresar, mediante el ayuno y la oración, el dolor por el pecado que requirió el sufrimiento y la muerte de Cristo. Durante la Semana de Gloria y, ciertamente, cada domingo, celebramos su resurrección, pero ahora en la Cuaresma apartamos un tiempo para el duelo. Debemos tener un genuino dolor por nuestro propio pecado y arrepentirnos, reparando las ofensas que hayamos cometido.

También lamentamos y pedimos misericordia por los pecados de nuestra familia, los demás creyentes y aquellos de nuestro país. El profeta Daniel nos da un tremendo ejemplo e inspiración para nosotros en la Cuaresma: “Volví mi rostro hacia el Señor Dios para implorarle con oraciones y súplicas, en ayuno, sayal y ceniza [una expresión de severa tristeza]… y confesé los pecados de mi pueblo… ¡Señor, escucha! ¡Señor, perdona! ” (Daniel 9:3-19).

Ver la Gran Cuaresma como un tiempo de preparación, humildad y luto nos ayudará a encontrarle un mayor sentido a nuestro ayuno. Por supuesto, hay muchas otras cosas que nos pueden servir como enfoque, pero estas tres pueden ser un buen punto de inicio sobre el que podemos crecer y desarrollar una gran apreciación tanto por el ayuno mismo como por la celebración que anticipamos.

Durante la Gran Cuaresma no solamente estamos llamados a ayunar. Se debe incluir también la oración, la reconciliación, la participación en los servicios cuaresmales, los actos de misericordia y caridad, así como otras obras espirituales para crear una experiencia cuaresmal balanceada y provechosa. Lo importante es que nunca nos hagamos letárgicos en nuestro caminar como Cristianos, simplemente yendo con la corriente de nuestras obligaciones espirituales, sin la comprensión ni apreciación del reto que representan para nosotros. Los fariseos en tiempos de Jesús mantenían la ley y la tradición de su fe judía en todo momento, sin embargo no se beneficiaron de todo su esfuerzo y no lograron reconocer a su propio Mesías cuando estuvo frente a ellos. A través de la Gran Cuaresma buscamos encontrar sentido a nuestro ayuno con una visión espiritual, que podamos discernir claramente al Cristo Resucitado cuando sea revelado en toda su gloria y recibamos la Luz..

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Jerry Munk es un miembro de la Iglesia Ortodoxa Griega Holy Trinity y es un coordinador en la Comunidad Obra de Cristo en Lansing, Michigan, EEUU. Este artículo fue publicado en Theosis, Newsletter for Orthodox Spiritual Renewal, Abril, 1984. Reimpreso con permiso. Tomado del Baluarte Viviente Cuaresma 2013. Usado con permiso.